martes, 14 de junio de 2011

UN SONETO.

Un soneto me manda hacer la vida,

un soneto de sangre, carne y hueso;

un vehemente soneto como un beso

y exacta y bellamente a tu medida.


Tienen en un soneto, Amor, cabida

el viento, el mar, la ida y el regreso;

aunque un soneto es más y aún más que eso

que late en el regreso y la partida.


¿No sé cómo decírtelo? Quisiera

dejarte en un soneto el cuerpo vivo

y el alma misma que en mi cuerpo habita.


En un soneto, ¡oh sí!, donde pudiera

sentir por fin que vive lo que escribo

y que mi finitud es infinita.



(JUAN CERVERA SANCHIS)

México D. F., 2011

domingo, 12 de junio de 2011

RECUÉRDAME...




Recuérdame que te olvide.

Recuérdame.

Recuérdame que el recuerdo...

Hoy. Mañana. Siempre ayer.

Que te olvide...

Ay, por Dios, recuérdame.

Recuérdame que estoy vivo.

Recuérdame

que sólo los vivos mueren

y que yo me moriré,

pero antes, amor mío,

yo te haré,

te haré yo,

con olvidos y recuerdos

y con recuerdos y olvidos,

una torre de Babel,

pues no olvides, vida mía,

nunca olvides

que el olvido y el recuerdo

viajan en el mismo tren.

JUAN CERVERA SANCHIS

México D. F., 12 Junio 2011

lunes, 24 de enero de 2011

COME MIERDA...


Come mierda, hijo mío, come mierda.

Oye y ve noticiarios en la televisión.

Ve el partido de fútbol del momento.

Navega en Internet y chatea a lo idiota,

Lee el último best seller.

Conviértete en un fan ciego y sumiso.

Cree en el líder de turno y participa,

como un feliz borrego,

en las vanas protestas callejeras;

consume coca cola

y grita a lo cretino:

“¡El pueblo unido jamás será vencido!”

Atiborra tu mente de inmunda propaganda

y destruye tu cuerpo a golpes de basura.


Come mierda, hijo mío, come mierda

y oye a esa caterva de sofistas

que hablan de política, deportes y espectáculos

y se jactan de ser especialistas,

con extremo cinismo,

mientras babean mentiras a granel

en los míseros medios, sin remedio,

de incomunicación

y total y absoluta confusión.

Oye a esos mercenarios en parvada

y al servicio de la voracidad

sin freno de sus amos.

No pienses, no, no pienses. No analices.

Acepta y calla y no trates de ver

ni de oír, menos de cuestionar,

a los depredadores: Curitas pederastas.

Diputadas putísimas. Alcaldes ladronzuelos.

Banqueros “ladroncísimos”.

Ministros, presidentes...y etcéteras y etcéteras.

Oh, mundo, mundo, mundo,

nuestro mundo, tan nuestro,

tan balón de fútbol, tan raqueta y volante,

tan bota y policía,

tan dado a presumir el uniforme,

tan poco confiable, tan chivato y culero.


Come mierda, hijo mío, come mierda,

que si de mierda hablamos

testificando estamos la abundancia

y aquí, sin objeción alguna, no caeremos

en el pozo sin fondo

de la turbia y podrida verborrea.

Oh siglo XXI, que mal, que mal comienzas.

Eres en realidad igual, y aún peor,

de cabrón, que lo fuera

el brutal y sangriento siglo XX.

No nos hagamos, no, ilusiones contigo.

Polvos de aquellos lodos son tus polvos.

Ráscate un huevo hijo

y de una vez por todas

deja ya de creer en las Hadas Madrinas

y en las brujas y sus raudas escobas.

Come mierda, hijo mío, come mierda,

pues por más que imagines

que comes pastelillos, como María Antonieta,

lo tuyo ya es la mierda desbordada

por este miserable, aunque engreído,

siglo niño de teta,

que, al iniciar apenas sus indecisos pasos,

ya da pena de anciano desdentado

y hambriento “archimamón”.

Come mierda, hijo mío, come mierda.

Cree en los publicistas.

Baila al son que te toquen.

Doblégate ante Hollywood

y sus pobres estrellas de frágil celuloide.

Ríndele culto al culo del negro que quería

y quería, a toda costa, ¡pobrecito!, ser blanco;

y a la vieja Mamona, ¡”mamonsísima”!,

de las flácidas ubres, bésale los pezones.

Ten tus dioses de mierda,

tus deidades de trapo, impulsadas

por el dólar, la mota y otras yerbas;

ahógate en la mierda hasta el hartazgo

y aligera tu lenta digestión

con una cucharada de espeso carbonato.

Mierda, mierda y más mierda.

Come y come hijo mío, come mierda

y es probable que llegues al senado

y aún a lo más alto de lo bajo:

el poder, el poder, el poder,

¡el poder sin medida!,

que todo lo aniquila y envenena.


(México D. F., 2011)