domingo, 1 de agosto de 2010

OPIO Por Juan Cervera Sanchís


Yo amaba a las amapolas que enrojecían los trigales

que, alrededor de mi pueblo, verdecían la voz del aire.

Yo en aquel tiempo ignoraba la clorofila y la sangre.

Yo era un niño saltamontes, un niño desconcertante.

Era un niño, yo era un niño experto en cirros y aves.

Que yo era un niño feliz y enamorado y amante

de las rojas amapolas y de los verdes trigales.

Todo lo inventaba yo y era todo cautivante.

Que era yo un niño, aquel niño, deslumbrado y deslumbrante,

que podía ver la poesía de la luz por un instante.

Un niño que no sabía; que no sabía y no sabe

que, entre las dos Oes del opio, en su alma de niño, cabe

el jardín de la Creación aromado de Dios Madre.


México D. F., 4 Junio 2010

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